Autor: Juan Luis Rivas Navarro. Dr. Arquitecto, Profesor de Urbanismo de la E.T.S.A.G. Investigador del Laboratorio de Urbanismo y Ord. del Territorio.
Planimetría y Documentación Técnica: Antonio David García Gallego.
«In regards to our visit with architect Dr. Juan Rivas who led our group through the streets of Granada in discovery of seven unique white houses. The respect for the quality and context of the scale is most present in the seven works. Each with subtle and sometimes abrupt disconnects from historical references allows them to respond to our time while making evident the respect for place.»
The University of Texas at San Antonio
College of Architecture
Professor Candid Rogers, AIA
prólogo
La primera conversación con Paco y con María para proyectar su nueva casa en el Barranco del Abogado se remonta al año 2000. Recién salido como arquitecto de una Escuela de Arquitectura que aún palpitaba en pleno Campo del Príncipe, comenzaron las idas y venidas al corazón del barranco para crear la que ahora podemos nombrar como la white house II. Este fue el germen de la ruta. Claro que por aquel entonces no podía saberlo, pero el hecho de ver como a mi alrededor, tanto en el Realejo como en el Barranco, otros colegas y amigos iban salpicando también de forma paulatina la trama urbana con sus propias acciones puntuales, gestó una cierta asociación de estas en mi cabeza. El color blanco era desde el principio la única característica común, una homogeneidad en la primera apariencia que permitía una lectura comprensiva del conjunto y la observación de sus diferencias.
Por otro lado, mediante la investigación y el ejercicio profesional se ha ido forjando en mí la idea positiva del entrelazamiento. Con ello me refiero, por ejemplo, a la manera en que los maestros Steven Holl o Toyo Ito se pronuncian sobre los ambientes “viscosos” del hábitat del hombre, observando lo urbano y lo arquitectónico como un espacio blando y fluido, y en ese sentido atravesable. También podríamos citar al modo en que Manuel Solá-Morales describe “cortes” en la ciudad como poderosos ejercicios de lectura y escritura, o incluso, la constatación llevada a cabo finalmente por Rem Koolhaas entre otros, de que la “sección libre” sirviera como instrumento de multiplicación del interior de la arquitectura (recordemos la fantástica transición ciudad-parque que a través de su rampa mixta, híbrida entre espacio interior y exterior, produce el arquitecto en su Kunstaal de Rotterdam. Con éstos y otros referentes se construye y se instala en mi pensamiento, compartido y alimentado por compañeros y maestros en estos años, la idea maravillosa del atravesamiento, el mismo que se va produciendo entre estos barrios a través de la creación de la ruta, mediante la lectura de ciertas arquitecturas de autor, valoradas y apreciadas, descubiertas o desveladas.
Por último, “la ruta de las siete casa blancas” toma forma definitivamente con la visita de mi amigo Candid Rogers. Este profesor de la universidad de San Antonio (Texas), acompañado por un puñado de estudiantes de posgrado, andaban a la búsqueda de arquitecturas interesantes por estas posiciones del sur de España, en un periplo casi renacentista que les llevará por media europa meridional en cuatro meses. Con la posibilidad de transmitirles las tendencias de una cierta arquitectura local y, simultáneamente, algunas de las cualidades espaciales de la ciudad de Granada, me animé a representarles en el escenario urbano esta secuencia, de apariencia caprichosa, por las pequeñas calles y cuestas que más cercanas me eran.
la ruta
La ruta comienza en la encrucijada que supone la curva de la Cuesta Escoriaza con la Cuesta de las Vistillas. Allí se encuentra la casa del niño de las pinturas, el hogar de SEX, y es puerta del Paseo de las Palmas y de la calle interior del Barranco del Abogado. Esta calle inicial presenta una pendiente muy esforzada hacia la curva más cerrada del propio barranco, y se orienta con el eje del río Genil, en su quiebro a izquierdas entre el Paseo de la Bomba y el del Salón. Es quizá este punto la mayor centralidad en potencia del barrio, lugar de arranque de itinerarios que ascienden hacia el Parque de Invierno, pasando por el Cementerio y por detrás de la Alhambra.
Descendemos nuestro itinerario por el Camino Nuevo del Cementerio hasta Cuatro Caminos, en este interesantísimo espacio viario, la doble encrucijada formada por el encuentro de Cuesta del Caidero con la dirección hacia el cementerio, el acceso a la Alhambra pasando por el Hotel Palace y la Cuesta de San Cecilio, supone el vestíbulo de entrada simultáneo de Realejo y Barranco, un lugar de referencia territorial. Si continuamos bajando por el carril de San Cecilio llegamos a la Iglesia, centro del barrio junto con el Campo del Príncipe. Tenemos que bordearla ligeramente para encontrar la casa número cinco, a los pies del Alhambra Palace.
Para finalizar volvemos por el callejón de Vargas hasta la calle de los Hotelitos de Belén y descendemos por la calle Belén hasta el Teatro Alhambra, centro dotacional y geométrico de la calle Molinos. Podemos volver hacia el sur y orientarnos hacia la visión de Sierra Nevada, volver de nuevo al origen y a la casa del niño que juega con las paredes de su propio barrio: bucle interbarrios, la ladera del Mauror, el juego con la arquitectura y los espacios emergentes de un lugar en la colina paralela a la de la Alhambra, en el albaicín del sur de Granada.
las siete casas blancas
white house I
La primera casa establece un juego posicional para extraer lo mejor de una “mala” parcela, y recoge la escala territorial desde el gesto de apropiación local. Utiliza la inadvertencia como discurso, el arte del disimulo y la riqueza interior. En ella, la excusa del coche se convierte en un arma poderosa de proyecto: el salón, la entrada y la distancia. A la calle en pendiente se le ha incorporado un muro blanco, ahora cargado de maceteros. Ni el tiempo ni la propiedad han tenido el cuidado suficiente con ella pero aún se perciben sus mejores intenciones de partida.
white house II
Es sobre todo un reconocimiento multiescalar, anclada en la profundidad del callejón, no renunció nunca a una triple visión: la pequeña del adarve, la grande del valle, y su idea de lugar interplanes centro-alhambra, en espacio de curva del barranco. El juego es aquí el de los espacios libres de la parcela propia, planta a planta, la relación con la parcela del dueño y promotor, y el compromiso con el vecindario: la construcción de un específico espacio urbano. La casa repta y abre luz a medida que aumenta en altura, descompone su fachada para manejar un retranqueo beneficioso. La autoconstrucción y el tiempo lento, la confianza entre el arquitecto y el dueño, se convierten en valores impagables. La casa atiende como pocas a su quinta fachada, blanca también desde los miradores cercanos, y formula con arrojo una hipótesis de patrón tipológico urbano.
white house III
En el descenso por el Camino Nuevo del Cementerio, la casa tercera se posiciona en alineación con una calle rodada. De ello resulta la expresión de grandes gestos en fachada, y un proyecto que opera por contraste –en ese sentido, la primera casa nos plantea la simbiosis con el entorno, la segunda, expresiva y analítica, racionaliza y plastifica la relaciones urbanas, la tercera se muestra sin embargo más individual, con unas formas comprensibles y rotundas-. Su cubierta es un nuevo suelo de mucha utilización, un patio confortable en la cota superior. La casa obtiene una gran superficie interior a costa de una volumetría menos directa. Ante un entorno más friccionante la vivienda se muestra más defensiva; la madera en fachada, cerca del suelo, el árbol caduco que asoma en su cornisa, suavizan las diferencias ligeramente.
white house IV
Utiliza inteligentemente el recurso del retranqueo para enlazarse con los elementos fundamentales del entorno: la calle trasera, el carril en pendiente de San Cecilio, el edificio en la distancia de la Fundación Rodríguez Acosta. El proyecto valora el elemento muro como instrumento tipológico del entorno, cobrando un significado múltiple, rematado con vegetación aumenta su grado de identificación con el lugar. En la cuesta, nos encontramos con la danza magnífica entre la casa y la fundación: producto de la visión dinámica del descenso, el muro de alineación de esta se convierte en basamento u horizonte marítimo de aquella. El doble retranqueo aumenta el gesto en el mismo espacio y contribuye a su integración urbana: un aumento de la rugosidad y de la expresividad volumétrica en muy poco espacio, una triple apariencia necesaria de un volumen único.
white house V
A la espalda de la iglesia, la nueva casa de la ruta se convierte en un verdadero acontecimiento en ese espacio trasero. Con poca parcela y mucha altura, gana presencia junto a la iglesia y opera por contraste, con un blanco muy bien ejecutado e hipersignificado que consigue con la doble fachada una visión muy operante. La multiplicación del hueco aumenta su escala y la edificación, que desde el basamento hacia el cielo se descompone, actúa con una gran libertad de movimiento. Quizá las más teórica, la más vinculada a las tendencias, esta casa está así también más alejada del contexto. El resultado es un poco más incisivo pero hermoso en su frialdad. Lástima que la intensidad y la vibración de las fachadas verticales no se mantenga en su quinta pared, vista desde la terraza de la cafetería del Palace, con nuevas y mejoradas posibilidades expresivas.
white house VI
Surgió muy despacio, como una sutil rehabilitación. Su incertidumbre en la gestación dio paso a un solución hiperarmónica, un minimalismo que la liga profundamente a sus elementos contextuales. Así, la creación de la escala mayor se produce a través de la generosa longitud de su muro de basamento, horizontal y blanco. En general, toda la arquitectura es un fiel pedestal a la estampa de viviendas superpuestas de encima, fachada que desciende desde la Cuesta de San Cecilio y que puede observarse desde la media altura de la calle Belén. Líneas horizontales, repetidas y sutiles, bailan en una fachada muy beneficiada por la puesta del sol al oeste. La triple coloración suave de sus vidrios y correderas casi sin carpintería, le otorga el movimiento y el color a una fachada pura y simple, hermosa de verdad. En esta casa el lujo de la comodidad interior se respira desde un exterior silencioso y muy justo y consecuente con un entorno construido con el paso lento del tiempo. Sus pequeños movimientos de aperturas y continuidades geométricas producen cambios mayores y menores que convierten en viva a la arquitectura.
white house VII
La casa perfila con transparencia sus componentes: cornisa, color blanco, su composición en tres órdenes en vertical, elementos canónicos de un alzado superior y aparentemente solitario. En una primera impresión la casa genera distancia con lo que le rodea, a excepción de este cierto hermanamiento de cornisa. En una segunda lectura, su planitud y potente renuncia al hueco tradicional, la liga indefectiblemente a un alzado de conjunto, visto más como un grupo que nunca, y en el que hace destacar a los cierres, balcones y aleros tradicionales contiguos. Nunca los gusanos de seda vivieron mejor, y seguramente en su ático superabierto surjan y vuelen las mariposas contenidas en las plantas inferiores. La gran apertura de arriba anuncia el verde generoso del tejido de los Hotelitos de Belén al que se asoma. La luz es recogida y utilizada como principal recurso del entorno, a través de una constante y precisa ejecución en blanco. La casa, ensimismada pero cooperante, parece intercambiar por momentos con el medio la idea de figura y fondo, en una relación que puede parecer infructuosa pero que no lo es. La oposición a las reglas tipológicas establecidas y su positiva deslocalización, plantean nuevas e interesantes cuestiones que hacen de su observación un ejercicio de nervio.
epílogo
Habiendo dejado atrás la séptima casa blanca, descendemos hacia el Teatro Alhambra. La positiva mirada plural a estos hechos arquitectónicos separados entre sí, los ha transformado también en personales de una escena, con sus distintos diálogos y conflictos con el medio, atravesando sus lógicas internas y planteando relaciones personales con los tejidos urbanos.
La confluencia itinerante de la visión urbana y de la visión arquitectónica de la serie, constata el importante papel de la arquitectura como instrumento de lectura de los lugares de la ciudad. Las casas, permanentemente expuestas en el lienzo de lo urbano, muestran con franqueza su visión crítica sobre los barrios, señalan sus incoherencias y sus dolencias, pero también anudan sus virtudes, sus buenas relaciones dimensionales y posicionales, sus elementos valiosos y sus intervalos adecuados. Siete casas que comparten un blanco distinto y personal, un hipertexto blanco que se entrelaza con el barrio y lo arma con una nueva y potente frase de arquitectura con mayúsculas.