Autor: Antonio David García Gallego.
La reciente creación de su Escuela de Arquitectura (año 2005), así como la proximidad geográfica que nos vincula a ella, hizo plantearnos desde un principio alargar nuestra mirada fuera de nuestros usuales límites y tratar de descubrir una ciudad que seguro, nos iba a sorprender y regalar arquitecturas de bella factura.
Previo a cualquier análisis crítico en la búsqueda de intervenciones relevantes dentro de la trama urbana, nos parecía apropiado echar una mirada atrás, encontrar los puntos de partida, rascar entre su planimetría y buscar las certidumbres, hacia dónde y cómo ha evolucionado, en definitiva, los condicionantes y circunstancias intrínsecas de la ciudad, el tapete sobre el que los arquitectos tratan de implantar sus arquitecturas.
Málaga, ciudad periférica y de un intenso intercambio cultural a lo largo de su historia, desarraigada en gran medida a su carácter abierto, ha generado un paisaje de arquitecturas heterogéneas, carentes de una tradición específica dentro de un marco evolutivo urbanístico en el que sobre todo, en las últimas décadas, fruto del boom turístico y de la barbarie inmobiliaria, ha experimentado uno de los desarrollos urbanos más brutales del país. Con estos singulares condicionantes, la arquitectura en general y la figura del arquitecto en particular pasan a un segundo plano.
Paradójicamente a la eclosión urbana que genera el fenómeno turístico, y tratando de buscar las primeras huellas de arquitectura contemporánea relevante, que pudieran ser el punto de partida hacia dónde deberían evolucionar las futuras líneas de actuación, será la arquitectura vacacional de los años 50 la que nos brinde las intervenciones más paradigmáticas. Hay que tener presente, que es la década del despegue innovador de la arquitectura española con maestros de la talla de Sáenz de Oiza, Alejandro de Sota, Rafael de La Hoz, Antonio Lamela, Vázquez Molezún o Cabrero entre otros. Y todo esto se plasma en los innovadores conjuntos residenciales que se llevan a cabo en la Costa del Sol en estas décadas, siendo los proyectados por Lamela, los que alcanzaron mayor brillantez. Así, plantea sus torres, que conceptualmente ambicionan generar ciudad desde el propio edificio, y es que el concepto urbano de cualquier encargo debe de ser algo intrínseco de éste, una faceta más a reflexionar y no un fenómeno al margen de su proceso constructivo. Y es que proyectar ciudad o vivienda debería de ser una tarea de similar naturaleza, pero a una escala diferente.
Con el paso de los años, la ciudad se ha ido salpicando de intervenciones más o menos afortunadas, no en vano, junto a los condicionantes anteriormente mencionados hay que tener en cuenta las dificultades que tienen que afrontar los arquitectos para intervenir en los centros consolidados, herederos de una tradición constructiva de un valor cuestionable en determinados casos, unido a la figura, a menudo, hostil del ciudadano ante cualquier actitud contemporánea, plantean un paisaje en los que implantar el concepto modernidad se tercia tarea de ardua materialización.
Bajo estos condicionantes y centrándonos en la producción arquitectónica de estos últimos años, proponemos, centrándonos mayormente en su centro histórico, un paseo por Málaga con la cabeza erguida, una mirada curiosa, crítica y diferente, en el que pretendemos recoger y poner en valor, a nuestro juicio, algunos de los proyectos que más interés nos han suscitado. Hay que resaltar a su vez, que no se trata de recopilar un catálogo de acciones puntuales salpicadas a lo lardo de la trama urbana, sino un recorrido, que en sí mismo, debe ser un instrumento de lectura, crítica y contextualización de los lugares de la ciudad.
Comenzaremos nuestro itinerario, desde su vertiente Norte, contrario a lo habitual, partiendo de la encrucijada donde nace la Calle Ollerías y descendiendo por ella, un ensanchamiento de la calle, a modo de pequeño espacio público, antesala de una escalinata que eleva nuestra primera parada en el recorrido, se posa el Centro Cultural Generación del 27, edificio que ambiciona copar un protagonismo dentro de un barrio céntrico y degradado que debe ser un lugar de reclamo y encuentro de sus vecinos.
De exquisita factura moderna, con planta ligeramente tendente en L, consta de dos volúmenes principales, que albergan la biblioteca y salón de actos, articulados mediante el elemento conector de la rampa, que además de coser ambas estancias, funciona como charnela entre los contenedores, magistralmente insertados en un complejo solar, lleno de irregularidades, en los que a modo de ejercicio de cirugía, convierte cada problema en una oportunidad de generar proyecto. Los juegos de luces, especialmente significativos en el espacio de la biblioteca, las aperturas estratégicamente ubicadas dejando ver ciudad, los encuentros entre sus alzados y los contiguos, así como el acierto en el empleo en toda la intervención de materiales que dialogan cromáticamente con el entorno, acentúan el compromiso urbano de la propuesta.
El descenso de la calle Ollerías desemboca en un nuevo encuentro de diferentes ramales de la ciudad, un quiebro a izquierdas, nos introduce en una calle en curva que se reivindica como uno de los bordes que delimitaba la antigua ciudad musulmana, nos encontramos en la calle Carretería, el descenso de ésta lleva consigo un aumento en su curvatura a modo de arco de circunferencia que delimita un sector de la trama urbana en el que el paso de los siglos la ha ido colmatando de manera preocupante, donde el deterioro de sus inmuebles amenazan la ruina de éstos. Un buen ejemplo de intervención bajo estos condicionantes, ha sido la llevada a cabo en la Plaza de Pericón, un espacio residual, en adarve, en el que mediante un proceso de drenaje urbano, se han vuelto a poner en valor estos pequeños espacios públicos de barrio cosiéndolos con la trama urbana. La Plaza además se ha revitalizado con el proyecto de una Ludoteca y Jardín Vertical, una pequeña intervención en el que el empleo del lenguaje moderno es el denominador común. La Ludoteca se articula en 3 niveles de altura actuando la baja como un zócalo pétreo sobre el que se apoyan dos volúmenes blancos puros maclados entre sí descomponiéndose a medida que ganan altura dotando al alzado de movimiento. El jardín vertical es una intervención, que aunque pueda recordarnos algún proyecto por todos conocido, se nos antoja necesario valorar desde el punto de vista de cómo el arquitecto, reflexiona y trata de dignificar la medianería que cierra la plaza, reivindicándola como un alzado más, en el que se puede generar proyecto.
Deshaciendo nuestros pasos para terminar de recorrer la calle Carretería, y casi al final de ésta, nos topamos con la Sede del Instituto Andaluz de la Juventud, una intervención contemporánea que fue galardonada con el Premio Málaga por el Colegio Oficial de Arquitectos en la categoría de Edificios de Nueva Planta llevada a cabo por los arquitectos Luis Tejedor Fernández y Joaquín López Baldán en el año 2005.
Es una intervención entre medianeras, de escala amable, que trata de insertarse en un entorno urbano que lejos de competir con él, intenta poner en valor.
Compositivamente hablando consta de 3 alturas actuando la baja como un zócalo sobre el que se posarán las superiores, ejecutadas con un aplacado pintado en blanco, en el que la planeidad de su alzado y limpieza formal resalta los contiguos operando por contraste , a la vez que el alineamiento de cornisas en cada medianera o la ubicación y ritmo de sus huecos manifiesta su compromiso de inserción en el entorno empleando siempre un lenguaje moderno. El vaciado interior hacia donde se vuelcan sus dependencias, introduce el exterior en un ambiente en el que la luz y reflejos diluyen los límites del espacio.
-A propósito de uno de sus arquitectos, Joaquín López Baldán, antiguo profesor de nuestra Escuela, me gustaría reseñar a título personal, que tuve la suerte, como alumno, de poder disfrutar y aprender de su excelente docencia en un taller en el que valores como el esfuerzo, trabajo, exigencia, dedicación, así como la ilusión que inculcaba a dada uno de sus alumnos eran el denominador común diario-.
El acabado en chaflán del último edificio de la calle Carretería, provoca un ensanchamiento de ésta abriéndose hacia un espacio público, rótula entre el centro de la ciudad y el arrabal histórico de San Rafael, donde converge, también, el puente de la Aurora, del que parte el eje principal de los barrios de Trinidad-Perchel, tangente a ellos y actuando como borde natural, el río Guadalmedina. Sin querer abandonar el centro, y aprovechando que nos encontramos en este borde de la ciudad queremos hacernos eco de un par de intervenciones interesantes, La Rehabilitación de la Casa del Obispo y el Edificio del Grupo Vértice.
Premio Málaga de Arquitectura en la pasada edición, pretende recuperar uno de los pocos edificios del siglo XVIII que aún se mantiene en pie del barrio. El proyecto de Rehabilitación de la Casa del Obispo se divide en 2 edificios, en los que la crujía principal, formada por la fachada que da a la calle, recupera el único elemento original soporte de unos valiosos esgrafiados geométricos. Este primer elemento, será el patrón de la serie, en la que su repetición, no clonación, en palabras de sus arquitectos, generará nuevas oportunidades de proyecto. Las nuevas piezas, al estar colgadas, parecen volar, liberando espacio en el suelo y la particular sección de cada una de ellas caracterizará el interior de forma singular.
La otra intervención, corresponde al Edificio de oficinas del Grupo Vértice, propuesta de iniciativa privada, arriesgada y ambiciosa sobre todo a nivel de su envolvente. Trata de ser un nuevo elemento de referencia en el paisaje de la ciudad con su particular epidermis llevada a cabo mediante elementos prefabricados correctamente ejecutados. Cuando se pone el sol, su particular iluminación le otorga una llamativa presencia cobrando aún mayor protagonismo.
Tras el paréntesis de estas dos intervenciones y continuando con nuestro recorrido por la ciudad histórica , un nuevo viraje a derechas, nos conduce a Puerta Nueva, ámbito urbano previo a la calle Compañía, donde se ubica el nuevo Museo Thyssen. Nos encontramos en un escenario emblemático para la ciudad, su origen, la ciudad romana. Entender el entorno, estudiarlo y analizarlo en profundidad, fue la primera tarea de los autores del proyecto, en los que mantener el respeto de la memoria colectiva del lugar y la puesta en valor del entorno compaginando arquitecturas históricas con modernas son el germen de su propuesta. El Museo recupera el Palacio de Villalón, un palacete del s.XVI joya de la arquitectura malagueña que el paso de los años había hecho perder su equilibrio espacial. El proyecto trata de recuperar su identidad y valores principales con la reconstrucción de su patio central, portada y fachada principal. Un nuevo cuerpo, a modo de caja expositiva, se adosa al palacio, siendo el contenedor de las colecciones artísticas del museo. Ésta caja, además, mostrará los restos arqueológicos del yacimiento del subsuelo musealizándolo. Inserción, acomodo, apropiación del lugar, conservación y puesta en valor del patrimonio son los argumentos que materializan la idea.
La calle Compañía desemboca en la Plaza de Constitución, centro neurálgico de la ciudad, y del que parten sus ramales principales, proseguiremos nuestro paseo descendiendo por calle Nueva, hasta llegar a Féliz Sáenz, antesala de Puerta del Mar, calle comercial de la ciudad donde nuestra mirada se focaliza hacia una coqueta intervención entre medianeras, perteneciente a la firma Tous de la que, además de su valor arquitectónico, representa la lucha incesante de su arquitecto por implantar modernidad en un entorno donde la normativa de protección deja poco margen de maniobrabilidad. La voluntad profesional, interpretando rigurosamente el Plan General de Málaga, encontró contradicciones y ambigüedades en determinados textos que servirían, mediante una rigurosa memoria justificativa, para superar estos obstáculos. El edificio se articula en 5 niveles de altura compuesto por un cerramiento doble de vidrio en el que se intercalan paños translúcidos con transparentes, lo que acentúa el diálogo interior-exterior a la vez que el juego de reflejos en su envolvente camufla su presencia, manifestando un plano cambiante que absorbe y refleja las diferentes tonalidades de luz y color de las preexistencias adyacentes.
Un nuevo quiebro a izquierdas nos incorpora a calle Larios, que sólo recorreremos en parte ya que viraremos hacia Strachan para trasladarnos a Plaza del Obispo, espacio público a los pies de la Catedral, que podría recordarnos en cierta medida al granadino ámbito urbano de la Plaza de las Pasiegas. Entre la plaza y la Catedral, un eje vertical tangencial a su portada -calle Molina Lario- cose la Plaza del Obispo con la del Siglo, en ambos escenarios Luis Machuca lleva a cabo dos intervenciones, una de ámbito residencial, y otra de carácter público.
La primera de ellas, es el Edificio de viviendas en la Plaza del Obispo, en el que Machuca se vuelve a enfrentar a un solar con una geometría llena de irregularidades que resuelve de nuevo de forma magistral, creando un espacio resultante de ensamblar varias crujías. Los alzados se armonizan con el entorno, respetando el ritmo macizo – hueco, a la vez que consigue resaltar el barroquismo de la plaza desde su austeridad formal, carente de molduras y elementos salientes. El diálogo cromático con el empleo de tonos acordes con el resto de alzados manifiesta su compromiso de inserción urbana a la vez que el uso de piedra en su envolvente le otorga una particular relación con la Catedral.
En la Plaza del Siglo, remodela un antiguo edificio convirtiéndolo en la nueva Sede del Patronato de Turismo, el ayuntamiento obliga a mantener el alzado original, de manera que el mayor esfuerzo proyectual se centra en su nivel de acceso y planta ático. De traza ligeramente pentagonal, se estructura en torno a un patio rectangular al que se van conectando las diferentes estancias y dependencias emergiendo hasta la cubierta, donde la caja de vidrio que alberga la cafetería inunda de luz el vacío interior. La planta baja se convierte en un gran vestíbulo – recepción acristalado donde se recibe al visitante.
Rodeando la Plaza del Siglo tangencialmente al edificio llegaremos a San Agustín, virando previamente a izquierdas desde Duque de la Victoria, para detenernos en una de las mejores intervenciones que se han llevado en Málaga en los últimos años, nos encontramos en el Museo Picasso. Se ubica en el Palacio de Buenavista, germen y origen del proyecto, pero las necesidades de espacio y programa obligan a colonizar los inmuebles de alrededor. La ampliación se realiza hacia la calle Alcazabilla, tras un ejercicio de valoración enfocado hacia qué mantener y que puede resultar prescindible, se recupera, tras diferentes demoliciones, su estructura medieval de calles estrechas y parcelas de pequeño tamaño, en una operación de renovación urbana conviviendo las nuevas arquitecturas con las anteriores desdibujando el límite entre ambas. Entre este paisaje emergen los volúmenes más rotundos de arquitectura contemporánea ensamblándose con los existentes estableciendo una simbiosis entre ambos, en los que el blanco de su nueva epidermis se conjuga con el ocre previo subrayando la idea de integración, más por analogía que por contraste. El edificio se convierte en un instrumento de lectura de pasado y presente poniendo en valor su traza original, en el que intenciones como la recomposición de la historia de la ciudad, en un ejercicio de labor casi arqueológica por parte del arquitecto, o la comprensión y respeto de un lugar en el que deben convivir preexistencias anteriores con nuevos volúmenes sin violentar el espacio urbano, se convierten en herramientas esenciales del germen proyectual. El centro de toda la intervención, es un solar vacío con una antigua higuera como protagonista, que se recupera como patio articulador de todas las intervenciones desde el que podemos contemplar las diferentes edades del edificio, además, éste se cose con la trama urbana regalando uno de los espacios públicos más agradables de toda la ciudad.
Es el momento de hacer una parada en el camino, reposar y avituallarnos, a partir de este momento, cada uno deberá trazar su propia ruta.